Rotatiles Patas

26 septiembre 2006

CUENTO 1



El estaba allí, abrazado al tronco hermoso de su árbol mas natural y le dolía separarse del castillo, pero un martillo tronante le golpeaba el pecho moribundo y ya sentía el sopor de su castillo como una fuerza que lo desnutría subyugándolo, volviéndolo un cascote y un pegruzgo.
Había oído hablar de la fuente de líquido Más Maravillosa para nutrir la dura tierra de su pensamiento. Pero le dolía de antemano y ya como un presentimiento la herida de todo el aire que tenía que cortar con su increíble cabellera. Le dolía el espesor del mundo abriéndose en dos para dejarlo pasar, y el terrible surco que abriera su corcel a lo largo del camino.
Todo lo que lo rodeaba recobraba otro sentido y él se abrazaba así a las cosas amándoles la belleza que hasta ahora había desoído.
La decisión estaba ya tomada y él no durmió en aquella noche tormentosa en la que todo esperaba su partida. Y al alba se encontraba prendido a su árbol más hermoso. Así pasaron los días y ahí estaba él, incapaz de pestañear. Las cosas esperaban tendidas, todo en su morada era movimiento contenido, inmovilidad. Y su corcel palidecía ya que su amo olvidaba en su afán de sujetarse el alimento.
Una noche allí prendido como un animal, creyó oír el crepitar, las gotas de su fuente. Creyó ver su reflejo absurdo en las aguas y oía el eco del martillo en su interior.
Y fue aquel el jinete más lento y deprimido. Su caballo andaba hambriento y presuroso y las plumas de su penacho se arrastraban por la tierra dejando estiradas huellas. Escudo y lanza iban colgados de su brazo izquierdo, pesados, entrechocándose y resonando. Nuestro jinete transpiraba. Dos pájaros grandes, negros y rapaces lo seguían como perros volando a la altura de su cabeza, perturbándolo en el pensamiento.
Recorrió los diferentes mares y el desierto, sudaba mucho.
Por las noches mientras el dormía un pequeño puercoespín salía de sus labios temblorosos. Aquel animalito vibraba en la noche peligrosa, se estremecía. Al despertar él se disponía a decir unas palabras, pero solo nacían de su boca pequeñas nubecitas de agua y sentía mucha confusión.
Un día, oculto entre una cueva y un arroyo, él vio bañarse a una mujer. Leche de coco era su piel desnuda, su pelo negro resplandor.
Y a él los propios ojos se le volvieron negros, su cuerpo gravitaba azul y leve. Ella lo vio y se escondió en un matorral. En un lento y sigiloso crepitar él avanzó sus pasos. Ella se mantenía allí en la oscuridad. Un extraño sonido ya le crecía adentro. De sus ojos saltaban frías lágrimas como piedritas negras que rodaban hacia el río. Adentro de su ser surgía otro ser más leve e impalpable, ella surgía allí entre lo azul y era un secreto en su interior. Dejó caer liviana sus viejas envolturas y salió de su rincón oscuro, nueva y leve hacia la luz, en estampida. Pero él era experto cazador y en un fulgor ya le clavó la lanza de sus ojos y le cayó encima.
Juntos se anidaban mucho. El corcel esperaba como un buen amigo y los pájaros los picoteaban aburridos, espantosos.
Esa mujer abrió las piernas y le parió para él un arbolito que brillaba en la noche. Ella misma era un barco en la noche, una nave oscura de piratas que se fue de él meciéndose en el agua. Dejándolo con su caballo en la otra orilla, turbio y pesadillezco.
Él se arrancaba las espinas de su corazón y la nombraba en sueños, - Mía, yo-.
Y aunque corría siempre se encontraba en el exacto lugar del mundo, y el camino que andaba al amanecer, lo desandaba al ocaso. Surcaba muchos ríos y dos mares, y al aclarar se despertaba ahí, colgado de las grandes ramas del árbol de este mundo. Inquebrantable, como todo caballero, descolgaba su caballito y volvía a arremeter. Se le antojaba que los paisajes se diferenciaban, pero al alba allí estaba, boca abajo, enredado entre las ramas, abrazado al tronco. Y realmente el creía que avanzaba en la noche.
Los pájaros lo seguían incansables, se divertían enormemente. Él lloraba, - Yo-, gemía.
Se acostumbró a beber directo de las ubres la leche negra que al amanecer una vaca flaca y raída daba al mundo. A la vaca no le hacía fantasía que aquel sonante caballero la lamiera como un ternerito y cada amanecer se convirtió en fiera batalla.. Pero siempre el caballero finalmente resistía, pues muy tozudo era y muy bien se alimentaba. La vaca resignada lo dejaba hacer.
Mucho tiempo tardó en darse cuenta que su andar ya no tenía rumbo y él con todo su dolor del mundo hachó a su amado caballito a la mitad, para ver en sus entrañas el dibujo. Y comió solo en la caída de la noche su carne dura y de sabor amargo.
Esa noche le dolió la digestión y era en la noche un guerrero maldiciente. Daba espadarazos al aire cortando todo lo real.
A veces se sentaba en una piedra a presentir y le parecía oír como un antiguo eco el golpe de un martillo en su interior. Él callaba y estaba siempre mudo, eran solo tal vez reminiscencias, tercas canciones.
Un día razonó que la forma cierta de escapar sería por el aire y observó con atención el vuelo de las aves.
Por las noches, junto al fuego, arrastrado todo por extraña danza, daba muy puntiagudas zancadas y agitaba los brazos. Sus rasgos se entorpecían y de su hermosa dentadura parecía surgirle un pico.
Sus movimientos eran ciertamente los de un pájaro, pero esta ave resonaba como un ruidoso caballero y su armadura centellaba de luz.
Una noche extensa y trastocada una mujer muy vieja se acercó. Sus pelos eran raíces muy ancianas y sus ojos verdes lagrimeaban densas lágrimas verdes. La mujer sacó de sus terrosas vestiduras un disfraz de pájaro y se lo tendió.
Él la besó en la boca y ella resplandecía antes de desaparecer.
El caballero, no sin pena, se desnudó en la noche y cambió sus vestiduras. Trepó hasta lo más alto y remontó vuelo con mucha habilidad, llevándose en la mano la más verde de las ramas de su arbolito que refulgía ahí.
Moviendo sus hermosos pies y sus alitas era liviano como el aire. Surcaba el cielo a gran velocidad. Todas las criaturas le arrojaban piedras, pero él era invulnerable al mundo mineral. Sin querer un día, lo mató uno, con una ramita.
El hermoso disfraz ya se desplumaba y el viajero dormido planeaba en alto cielo. Su cuerpito se acercaba a la tierra. Dio en acontecer que su cadáver cayó flotando a la fuente de líquido Más Maravillosa. Fue aquel el más bello jinete desplumado flotando como flor de camalote.De su aljaba volaron moneditas de oro que caían al atardecer. El puercoespín flotaba a su lado como esponja, de su corteza nacía un arbolito. Y junto al camino su oxidada armadura latía como un animal.

4 Comments:

At 7:51 a. m., Anonymous Anónimo said...

Que lindo que es tener noticias ilustradas de ustedes, y que hermoso cuento!!!
Los quiero

 
At 7:18 a. m., Anonymous Anónimo said...

Che, no se publico mi comentario parece.
Hace varios días que no tengo noticias de Uds.

¿como estan?
Los quiero mucho

Ali

 
At 11:23 a. m., Anonymous Anónimo said...

hola muchachito y muchachita, la verdad que sus caras se transformaron en estas ultimas fotos, se ve una pronfudidad y goce, muy magico, muy especial, sigan viajandose.
los quiero

 
At 12:32 p. m., Anonymous Anónimo said...

Chicos perdon que no les escribi antes, colgueme.
Reitero las felicitaciones a Ari por su capacidad periodistica y gracias por el dibujito.
Sigan disfrutando y contando.
El comentario del cuento de Nori va personal.
Abrazotes

 

Publicar un comentario

<< Home